Por Federico Lechner.
El mundo de la música, y más concretamente el de la música para cine, ha perdido recientemente a uno de sus protagonistas, el italiano (universal) Ennio Morricone. Fallecido a los 91 años el pasado 6 de julio, Morricone es uno de los nombres que explica y ejemplifica la música de cine de gran parte del siglo XX e incluso de parte de lo que llevamos de este siglo XXI.
Además de su tremendo oficio y su enorme y dilatada fecundidad creativa (más de quinientas películas y series de televisión llevan su firma), en Morricone se da el caso de una gran versatilidad de géneros, directores e incluso nacionalidades cinematográficas con las que trabajó, a diferencia de algunos otros grandes compositores que sí que se circunscribieron en mayor medida a determinados géneros, nacionalidades o incluso directores. Se me ocurre por ejemplo el caso del “otro” as de esta pareja de ases italianos de la música para cine, el también genial e imprescindible Nino Rota, el cual, sin desmerecer para nada su talento ni su obra, sí que tiene una homogeneidad digamos más “italiana” o italianizante en sus temas.
Nacido en Roma en una familia de músicos, Ennio Morricone empezó muy pronto sus estudios, empezando con la trompeta y escribiendo su primera obra a la precoz edad de seis años. Fue un ávido estudiante de armonía y composición, en una época muy interesante en la que se mezclaban las vanguardias, el auge del jazz, la siempre presente música clásica y el folklore italiano. Esta amalgama de estilos, de paladares musicales y de pasiones, va a ser un afortunado cocktail en su manera de ver y afrontar la música, una fuente policroma que regará sus motivos, sus orquestaciones, sus timbres y sus ritmos.
A los 18 años de edad firma su primer trabajo profesional, y pronto es buscado para trabajar como “negro” para famosos músicos de la época, es decir, escribiendo música que otros firmarían. Paradójicamente, se dice que él mismo recurrió en sus años maduros a esta fórmula, aunque no sabemos (ni sabremos) si esos rumores tienen una base sólida o se deben simplemente a un intento de explicar su imparable e incansable lápiz.
Al cabo de pocos años, formalizó su trabajo para otros compositores establecidos y de renombre siendo arreglista, ya de manera digamos “oficial” y firmando su trabajo. En esta etapa perfeccionó sus estudios de armonía y composición siendo discípulo del compositor Goffredo Petrassi.
El primer gran salto de su carrera lo da a los 26 años cuando hace la música de la película Por un puñado de dólares, de su amigo de la infancia Sergio Leone. De ésta colaboración con Leone surgirían una serie de películas y bandas sonoras que marcarían un estilo y una época, sumando otros títulos como La muerte tenía un precio, Hasta que llegó su hora o la archiconocida El bueno, el feo y el malo.
En paralelo a esta primera etapa de consagración como compositor cinematográfico, Morricone empieza sus investigaciones y aventuras en géneros desligados de la pantalla, como el formar parte de un grupo de improvisación de vanguardia fundado por el compositor Franco Evangelisti: el Gruppo di Improvvisazione Nuova Consonanza. Si bien no dejaría de ser esta actividad algo digamos secundario en la vida y obra de Morricone, sí que es verdad que la apertura mental y la búsqueda de nuevos sonidos en estas disciplinas más experimentales y, desde luego, mucho menos populares, influyeron en sus bandas sonoras de una forma clara, dotándolas de una profundidad y un sentido de búsqueda del que otros compositores carecen o (más triste aún) del que renuncian.
Además de trabajar con Sergio Leone en un buen puñado de películas, colabora en muchas de las cintas de otro gran director italiano, Pier Paolo Pasolini, con una estética y un modo de ver el cine totalmente distinto del de Leone, y que Morricone supo igualmente acompañar y arropar, comenzando su desarrollo en ese ejercicio de versatilidad y universalidad que se mencionaba al comienzo y que lo hacen tan único y genial. Recomiendo ver (o volver a ver) El Decamerón, o Los cuentos de Canterbury o Las mil y una noches para disfrutar de la unión de estas dos figuras. Paradójicamente, Morricone hace también, muchos años después, en 1955, la banda sonora de la película Pasolini, un delito italiano, del director Marco Tuliio Giordana, y en la que se indaga en la enigmática y trágica muerte violenta de Pasolini en 1975.
La lista de directores con los que colaboró Ennio Morricone es muy larga, pero intentaré citar las colaboraciones más destacadas, como en “Novecento” con Bernardo Bertolucci en 1976, con Terrence Malick en “Days of Heaven” en 1978, el regreso a la colaboración con Sergio Leone, esta vez en la macro producción de Hollywood “Érase una vez en América” en 1984, “La misión” de Roland Joffé en 1986, “Los intocables de Eliot Ness” de Brian de Palma en 1987, o la preciosa Cinema Paradiso de Giuseppe Tornatore en 1988.
Es quizás en esta Cinema Paradiso donde Morricone deja salir su lado más tierno y romántico (aunque los motivos de La Misión también compiten por ese podio), y es notorio que tras la noticia de su fallecimiento, fueron miles de músicos de todo el mundo que subieron a las redes sus videos en homenaje tocando los temas de Cinema Paradiso, muchos olvidando y omitiendo que el “Tema de amor” de esta película está firmado también por uno de los hijos de Ennio, Andrea Morricone, quien también se dedica a la composición para cine, habiendo colaborado con su padre en varias películas (aunque es sin duda esta cinta de Tornatore la más destacada).
Ya en el siglo XXI, Morricone sigue colaborando con directores de diversas nacionalidades y estilos, colaborando con realizadores tan dispares como Pedro Almodóvar y Quentin Tarantino. De su colaboración con Tarantino en The hateful eight” (Los odiosos ocho) recibió Morricone su Oscar a la mejor banda sonora, aunque ya había recibido uno honorífico por toda su carrera, y habiéndolo merecido por bandas sonoras muy superiores a la de película de Tarantino, como la propia Erase una vez en América, La misión o Cinema Paradiso. De todas formas, el palmarés y la fama de Morricone eran tan inmensos que es de sospechar que Oscar más u Oscar menos no era algo que le quitara el sueño.
PALABRAS DE MORRICONE
“lo que intenté hacer con el cine: música que acompaña a las escenas de las películas, pero añadiendo algo nuevo y original que podría funcionar por sí solo”. (A ABC Cultural)
«La música es importante para un filme, desde luego. Siempre que la música está bien elegida y se coloque en el momento justo, algo que en ocasiones algunos directores no hacen. O mezclan la música con ruidos, con diálogos y otros componentes. Y la destrozan, hacen que no funcione. La música debe sonar sola, el público debe poder escucharla bien» (A El Mundo.es)
“No condenaría al ruido. Es un recurso para la música. Los ruidos no son defectos, tampoco errores. No me producen tristeza mental. Son una fuente de inspiración, incluso desagradables, pero de una belleza brutal, plagados de experiencia y de vida. Me doy cuenta de que a veces me concentro en algún ruido en particular —el zumbido de un avión, por ejemplo— y lo transformo en la tonalidad en la que logro pensarlo, en una especie de canto interior”. (A La Reppublica)
“En estos últimos tiempos hay que sacrificarse aún más: yo mismo algunas veces me sacrifico para ayudar a las personas que están en paro, a las muchas preocupaciones que agobian. Con mi esposa, que es una buena persona, escrupulosa, hemos acostumbrados a nuestros hijos a esta generosidad”. (A Cinemanet)
“He sufrido mucho cuando he hecho cine, porque tenía que escribir una música que estuviera bien para mí y para el filme, el público, el director o el productor. Es un ejercicio de dificultad tremenda, mis obras