«REMAKE» DE BRUNO GALINDO: LA ADICCIÓN A CONSUMIR EL PASADO

Por JORGE CARRIÓN:
El músico, periodista cultural y escritor Bruno Galindo acaba de publicar una de las novelas españolas más inteligentes que he leído en los últimos años. Se titula Remake y ha sido editada por los incansables Cisco Bellabestia y Sara Herculano, del sello Aristas Martínez. Habla sobre nuestra adicción a consumir pasado. Lo hace mediante la deambulación por zonas de la realidad absolutamente contemporáneas: desde el hogar como archivo digital (“zip, doc, pdf, rtf, avi, mkv, mp3, mp4, wav, jpg, ePub, xls, mdb. Su vida entera se clasificaba en esas abreviaturas”) hasta una exposición titulada Volver a hacer, pasando por festivales de cine, una fiesta de cumpleaños con estructura de parque temático o un estudio de edición donde se embellecen, corrigen o tergiversan los vídeos que realiza el protagonista.

En una de sus sugestivas digresiones ensayísticas, Galindo cita On the remake. A cinematic phenomenon, de Jan Speckenbach, que desarrolla la provocadora tesis de que los remakes son superiores a las películas originales. Del mismo modo, nuestras fotos con filtro y nuestros posts de Facebook o LinkedIn mejoran la versión original de nuestras vidas reales, cotidianas, siempre menos originales que su versión for export. Los dispositivos digitales que nos conectan con ese presente en potencia tuneado se han convertido en sofisticados laboratorios fotográficos, en salones de belleza. Entre el refugio del ayer y la desconfianza en el mañana, el selfi fotográfico o textual—esa utopía minúscula, individual, insuficiente— nos ayuda, en el puro hoy, a ir tirando.

Es probable que sean esos dos los sentimientos colectivos o tentaciones emocionales que marcan el final de este terrible e inolvidable 2020: la nostalgia y el nihilismo. ¿Hay espacio, entre ellas, para la desgastada idea de la utopía? La novela defiende que, casi diez años después del 15-M y de las protestas en plazas de todo el mundo, “hemos asumido que no hay remedio ante el actual escenario”. Y que, por eso, “vivimos en el pasado”, por el “agotamiento de opciones expresivas”. Leída en octubre del 2020, la ficción asusta. Lo que no podemos permitirnos en estos momentos es, precisamente, la reedición compulsiva de las fórmulas políticas, urbanísticas, culturales o económicas del mundo previo a la pandemia. Porque ya no son válidas.

Por suerte en la ficción encontramos también a los recreacionistas. Agentes libres y secretos, organizan y protagonizan una suerte de flashmobs cuyo objetivo es boicotear eventos del presente rindiendo homenaje a obras del pasado. No necesitamos ni cinismo ni melancolía, nos recuerdan, sino terrorismo estético, crítica y cachondeo, ganas de vivir y buenas descargas de imaginación, alianzas y colectivos. La nueva normalidad es un híbrido de ciencia ficción y de terror de baja intensidad. De nosotros depende que predomine en ella un género o el otro.

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