"¿Se puede hacer una película entendiendo un invernadero como una máquina cinematográfica?"
CineArte ha tenido el placer de entrevistar a Gerard Ortín durante la proyección de su cortometraje Agrilogística (Agrilogistics) en la 65 edición del Festival Internacional de Karlovy Vary celebrado este año.
¿Cómo surgió la idea del proyecto? ¿En qué momento te planteas el realizar este tema y cómo decides hacerlo?
Llevo 11 años haciendo un trabajo artístico de performance y sonido en torno a las psicologías contemporáneas a través del arte contemporáneo y en los últimos 5 años me he centrado con esa temática en la práctica cinematográfica. En el rodaje de Perro lobo (2017), acabé en un sitio donde había una máquina de ordeño automatizada. Esto provocó que dejase de tomar leche y que decidiese comenzar a estudiar un doctorado entorno a la automatización en la agricultura y las nuevas técnicas en la producción de comida a través del cine.
Gracias al doctorado, comencé a investigar, y observando los invernaderos automatizados, me di cuenta de que estos utilizaban tecnologías que yo asociaba al cine. El cine desde sus orígenes bebió de los procesos industriales y entonces, me surgieron dos preguntas: ¿qué ha pasado para que la cadena de montaje, la línea de producción adopte medidas que vienen del cine? y ¿puedo hacer una película entendiendo un invernadero como una máquina cinematográfica en el que mi cámara es un sensor entre otros sensores?
Rodar durante la pandemia ha debido ser complejo y más siendo un nuevo creador, ¿Cómo fue el proceso?
Empecé este documental siendo estudiante de la universidad de Goldsmiths, cogí una cámara y junto a una compañera, Sabine Groenewegen, una cineasta holandesa, empezamos a hacer todo este proyecto sin ayuda de una productora, con nuestro propio dinero. Sabine me ayudó en la parte de producción, mientras que un amigo, Oriol Campi, se encargó del sonido. Ambos se embarcaron en este proyecto sin ninguna garantía de conseguir beneficios. La primera mitad de la película la grabamos Oriol, Sabine y yo quedándonos a dormir en casas de amigos en Holanda.
Tras grabar la primera parte, tuve el sueño de que los animales interviniesen en el invernadero y me empeñé en grabarlo, ya que la película no iba a tener el mismo sentido sin esa parte. Entonces busqué la forma en conseguir dinero para poder grabarlo, y apliqué a la capella. Les expliqué mi proyecto y que con los 8000 euros pensaba acabar el documental y hacer una exposición. Lo conseguí, y con la mitad del presupuesto monté en tres días la segunda parte en un invernadero abandonado de Holanda y con un equipo muy pequeño: 4 personas.
Me ha sorprendido mucho que con una idea fija hayas podido seguir hasta el final ¿Decidiste pedir apoyos gubernamentales para la financiación de este cortometraje? ¿Cómo conseguiste el apoyo de Catalan Films?
Es una película autoproducida y nuestra motivación era que, aunque no teníamos dinero, teníamos todo el tiempo del mundo. Empezamos en 2018 y actualmente estamos en 2022, me ha llevado tiempo, pero en este proceso he conseguido dinero poco a poco para ir pagando a mis montadoras, a mi sonidista… y al final tuve la suerte que cogieron el documental para la Berlinale a través de Cortocircuito, en Santiago, a través de un jurado. Y a partir de Berlín conseguí una visibilidad que fue un efecto en cadena.
Catalan Films fue un soporte en la película anterior y cuando fui a Berlín, aunque no me hicieron distribución, generaron un contexto. La ICAA tampoco aportó nada, siendo en este caso una película autoproducida a todos los niveles. Yo no tengo productora, sabes, eso te da unas ventajas y unas desventajas…
¿Cómo fue ir a la Berlinale? ¿Es la primera vez que vienes a Karlovy Vary?
La experiencia en Berlinale fue brutal, además fue bonito porque estaba presentando con Isaki Lacuesta, Carla Simón, Luis Patiño… se habían concentrado muchas películas españolas y también muchas producciones catalanas, algo que me hace ilusión porque vi a muchos colegas. Tanto Isaki como Carla son dos cineastas que admiro muchísimo y fue muy bonito estar ahí. A Karlovy vary es la primera vez que vengo, esta peli tiene la capacidad de que, aunque yo trabajaba desde una perspectiva radical en la experimentación, entra en otros lugares que nunca pensé que entraría, tal vez sea por su componente sensorial.
¿Qué es lo más importante que tuviste en cuenta cuando hicistes el documental?
Para mí era importante que los elementos principales fueran la imagen en movimiento, la cinética y el sonido. El sonido era igual de importante que la imagen y como no hay voz ni nada, debía entenderse visualmente. Personalmente creo que se trata al espectador como tontos, que no entienden el cine experimental, pero es un error subestimar a la audiencia, simplemente tienes que ser generoso con ellos y creo que eso se ha visto reflejado en el film.
Antes de hacer el cortometraje, ¿qué relación tenías con la agricultura? Se nota una conexión muy cercana a la naturaleza…
He vivido toda mi vida en una casa pegada al bosque, en Collserola. Lo curioso de Collserola es que es un sitio raro porque es donde termina la ciudad y empieza el parque natural. Yo crecí con la problemática del Jabalí, donde conforme el tejido urbano comienza a extenderse hacia el parque natural y se empiezan a urbanizar zonas, los jabalís se ven como especie invasora. Al crecer entre Barcelona y Collserola, esta relación donde el tejido urbano da forma al parque natural y al revés me ha fascinado. Siempre estoy buscando estos lugares donde se produce un solapamiento, donde en este caso es entre la industria y naturaleza.
Has dicho que esta es una parte de una trilogía…
Así es, la trilogía consiste en las fases de producción, distribución y consumo. Dos están hechas, Future Foods y Agrilogística. En Future Foods grabé una fábrica donde se hace comida de plástico para publicidad, cine… y hay una conversación telefónica con el CEO de una start-up que hace una proteína en laboratorio. Es la antítesis de este corto, pero en ambas se observan propuestas que intentan solucionar la producción de comida en las próximas décadas. En Agrilogística es mediante una aceleración y una implementación de tecnología fuerte y future foods es un agente que aboga por el fin de la agricultura, lo que tenemos que producir la comida en el laboratorio porque la agricultura requiere de grandes extensiones de terreno, de un gran consumo de energía… Son dos polos opuestos.
La película que voy a hacer ahora es sobre la distribución de comida y observa más la logística de la comida a domicilio, la economía de plataformas… se centra más en la idea de cómo la comida moviéndose en la ciudad da forma al tejido urbano.
A parte de este proyecto, ¿Cuál es el siguiente paso? ¿tienes algo en mente?
Esta trilogía es mi doctorado. Para mí el principal objetivo es acabar estas tres pelis, terminar el doctorado. Tengo la intención de hacer una película que siga esta línea sobre las comidas del futuro y las alternativas del capitalismo verde para proponer soluciones a los retos ecológicos, pero no voy a desvelarlo de momento, tengo que pensarlo bien y acabar la trilogía (se ríe).