Obra del director Martin McDonagh, director y guionista de Three Billboards Outside Ebbing, Missouri (2017). Esta tragicomedia ganadora en el Festival de Venecia el premio a mejor guion y mejor actor (Colin Farrell) es una feroz reflexión de la vida que dejará a más de uno sin palabras.
Ambientada en una isla cercana a la costa oeste de Irlanda, la historia se centra en dos amigos Pádraic (Colin Farrell) y Colm (Brendan Gleeson), los cuales llevan haciendo toda la vida la misma rutina: ir al bar, beber lo mismo de siempre y tener las mismas conversaciones. Un día, Colm decide poner fin a su amistad con Pádraic sin ninguna explicación, lo que le provocará a Pádraic una gran ansiedad por saber qué es lo que ha hecho mal. Junto a su hermana Siobhán (Kerry Condon) y un chico del pueblo, Dominic (Barry Keoghan), ambos le intentarán ayudar a recuperar la amistad, pero este plan le llevará a Colm a tomar acciones desesperadas, provocándose un giro de los acontecimientos que no tendrá retorno.
Nos encontramos con una historia con una premisa poco común pero que consigue engancharte desde el primer momento. Todo empieza con Pádraic y Colm, de los cuales conoces pocos datos, pero sabes desde el primer momento que son mejores amigos y en el momento en el que Colm deja de hablar a su amigo, como espectador te sientes traicionado. Y al igual que Pádraic intentas buscar un por qué de la decisión, haciéndote sentir partícipe de la historia y de los sentimientos de los personajes, desde un humor oscuro e incluso áspero pero que te hacen disfrutar a lo largo de todo el film. Y todo esto es fruto de un estudiado guion, de un perfeccionamiento de personajes que hacen de esta película una delicia. Los temas más simples y trabajados en toda la historia del cine como la vida o la muerte adquieren otro valor, en algunas ocasiones un poco extremo, pero te deja con una sensación después de abandonar la sala de cine. Y eso es lo que realmente cuenta.
Colin Farrell y Brendan Gleeson son el dúo perfecto que nadie sabía que era necesario ver en la gran pantalla. Cada uno sacan lo mejor del otro en sus interpretaciones.
Obviamente esta obra no sería igual sin un elenco a la altura de las circunstancias, Colin Farrell está deslumbrante, coge al espectador de la mano y le lleva a través de la historia, haciéndole sentir todo lo que siente su personaje de una forma pura y poco vista en el cine actual, algo que demuestra su gran talento y la gran dirección de McDonagh para guiarle por este camino. Las mismas palabras se podrían utilizar para Brendan Gleeson, serio, impasible como una estatua, consigue crear un halo de misterio a lo largo de la película y esa tensión constante por entenderle es lo que hace que su actuación sea exquisita. Kerry Condon y Barry Keoghan a pesar de interpretar personajes secundarios consiguen atrapar al espectador en cada frame. No pasan desapercibidos y cada uno explota y hace brillar a sus personajes, siendo imprescindibles para que todo el trabajo de McDonagh cobrase vida. Es imposible imaginarse esta historia con otros actores, porque la elección es de las mejores que se han podido ver en el cine desde hace varios años.
Sin duda, McDonagh ha dejado su cuerpo y alma en esta obra después de dos años de perfeccionamiento. En cada detalle hay algo detrás y simplemente ver eso como espectador, es una delicia, porque te das cuenta de que existe un cuidado por todos los elementos de la película y eso pasa muy pocas veces. La belleza de los paisajes, los vestuarios, el espectacular montaje y el sonido son una pasada. Es imposible olvidar una película. Posiblemente es de las mejores películas del cine inglés desde hace mucho tiempo. Tiene drama, comedia, humor áspero, y unos grandes actores que provocan como resultado una obra redonda. No hay malas palabras para The banshees of Inisherin, y quien las tenga, le recomendaría volver a ver esta película.