Película del director japonés Hirokazu Koreeda, destacado cineasta conocido por películas como Broker (2022), Un asunto de familia (2018) o De tal padre, tal hijo (2013). Tras ganar la Palma de Oro en el Festival de Cannes por su película Shoplifters en 2018, repite en el festival con Monster, una película sobre la infancia japonesa donde su sensibilidad y su estilo delicado y emotivo inundan las salas de cine a través de un drama que busca mostrar las diferentes visiones de una misma historia.
Saori, es una madre soltera que empieza a notar un comportamiento extraño en su hijo. Temerosa a que su hijo sufra bullying, va al colegio a hablar con la directora, descubriendo en esta visita que un maestro está involucrado en el comportamiento de su hijo. A medida que la historia se desarrolla a través de los ojos de diferentes personajes, la madre, el maestro y el niño, la verdad emerge a la luz.
Nos encontramos una historia que se desarrolla por fascículos, la cual gradualmente da lugar a una trama completa. Cada una de estas partes se ve a través de un punto de vista diferente, algo que, a pesar de no ser novedoso, es algo adecuado para la película y que la enriquece enormemente. Sin embargo, el espectador no consigue unir las diferentes piezas del puzle hasta la última media hora del film, algo que produce confusión y bastante inconexión entre los diferentes puntos que unen a la historia. A pesar de ello Koreeda, explora nuevamente a través del guion la complejidad de las relaciones del ser humano y las dinámicas familiares y cómo estas afectan a nuestra vida, línea que sigue a través de su extensa filmografía hasta la actualidad, poniendo en relieve los problemas de la sociedad japonesa.
Su marca personal en el cine contemporáneo a través de su habilidad para crear historias íntimas y conmovedoras se sigue viendo en Monster, donde en lo que se refiere a la dirección, observamos al director en su máxima meticulosidad de control de los detalles. Todos los elementos se coordinan entre sí y no hay ningún cabo suelto entre cada una de las historias, aportando detalles entre los diferentes fascículos. Esa narración del amor, la identidad y la infancia a la que tiene acostumbrado a su público se cumplen al pie de la letra, por no hablar de la magistral dirección de actores, los cuales brillan enormemente en sus papeles.
Especialmente se debe alabar el trabajo de los dos pequeños protagonistas, cuyo trabajo chispea a través del apoyo en el resto del reparto, donde a pesar de su corta edad su interpretación es emotiva y llena de profundidad. También es importante destacar la interpretación de Sakura Ando (Love Exposure, 2008), la cual consigue emocionar y conectar con el público a través de su papel como madre, siendo posiblemente el personaje que más marca junto al de Hori, interpretado por Eita (The Best Divorce, 2013), un profesor que busca un equilibrio entre su vida personal y la educación de sus alumnos, labor que realiza concienzudamente.
En lo que se refiere a la fotografía del film nos encontramos con imágenes que se quedan en nuestra retina sobre la infancia, llenando inmensamente esos planos donde los pequeños protagonistas corretean a través de la hierba, consiguiendo a través de estas meterte en su universo.
Esta apuesta arriesgada pero bien hecha hacen que sea una película agradable de ver, donde no se puede criticar ningún elemento formal o artístico, sin embargo, la historia tan contenida en ocasiones hace que sea muy lineal y no consiga que sea una de las mejores películas del director japonés. A pesar de ello, Koreeda consigue captar los momentos cotidianos de la vida y las experiencias vitales de una forma única a través de una sensibilidad poética que busca la reflexión del público, en especial del público japonés sobre el primer amor de los niños, intentando hacer presentes los problemas de la sociedad hacia el colectivo LGTBI, dándoles un espacio en la gran pantalla.